11 de junio de 2009

ENTRADA TRES

Como podrás ver siempre he tenido algo de bronca para ponerle nombre a mis escritos, pero con este en particular he tenido más, empezó siendo un correo electrónico a alguien que cimbró mi vida y la cambió totalmente, pues con ella aprendí que la esencia nuestra es siempre la misma y que no debes forzarla a ser lo que no eres o lo que no quieres ser.
Después leyéndolo y releyéndolo lo fui puliendo un poco acá y limando un poco allá y resulto lo que a continuación leéras, espero te guste y disfrutes su lectura como yo disfrute de los momentos intensos plasmados aquí.



Y a quién le habría de escribir sino a ti?
¿A quién más, si no?
¿Quién inspiró mis más cursis letras y mis mas atrevidos deseos
y me provocó ponerlos en papel?
¿Quién si no tú me provocó dar vuelcos
en mis noches de desvelados y lúbricos insomnios
entre el rechinar y crujir del viejo colchón cómplice?
¿Quién sino tú me hizo ponerle nombre a mis más aberrantes fantasías eróticas?

Lo que si no puedo decir
es que me hayas provocado alguna noche o tarde en santa paz
no ¡qué bah!
Nuestros momentos fueron siempre intensos:
La plática en el café
Tus discusiones sin argumentos
Tu preferencia política: izquierda-derechista
pero nunca en el centro eso sí que no
tus lecturas y hasta tus olvidos
¿Y la pasión?
¿Qué me dices de la pasión?
Tus ojos eran el principio
y tu boca después:
Comprometedora de tus pensamientos
Y tus senoslunas
Y tu sexocéano
Y tus manos ¡Carajo!
Es lo que más extraño tus manos
Yo pensé que extrañaría más tus ojos
o tu boca
pero ésos son esencia:
Tus miradas
tus besos
incluso tus palabras

¿Pero tus manos?
¡Ah! Ésas sí que sabían ser:
Tus manos son el pueblo de tu cuerpo
¿me entiendes verdad?
Son las que hacen
las que luchan
y claro las que acarician
Pienso jodidamente convencido
que nunca escribiría un verso para tus manos
pero sí una novela
en donde pudieran ser más que un sentimiento
en donde pudieran por ejemplo:
Ir tras un violador
y apretarle fuerte el cuello al cabrón
sin matarlo
y enjuiciarlo
y condenarlo al paredón
y por supuesto jalar el gatillo del fusil
o por lo menos levantar un dedo para declararlo culpable
Así de fuertes son tus manos

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